Los habitantes de Bet Semes
Y los habitantes de Bet Semes dijeron: “El Señor es un Dios santo. ¿Quién podrá presentarse ante él? ¿Y a dónde podremos enviar el arca para que no se quede entre nosotros?” 1 Samuel 6:20.
Cuando Dios entra en la vida de los seres humanos, las reacciones son increíbles. Normalmente, hay una serie de elementos que van a cambiar. Comúnmente son los que nos parecen fáciles. Los problemas comienzan cuando lo que nosotros queremos “realmente” choca con lo que Dios pide. En esa circunstancia, debemos tomar decisiones. A veces no son las más fáciles, pero delante del Señor no podemos “mirar para otro lado”.
Los habitantes de Bet Semes estaban ocupados en sus tareas diarias, sin pensar que podría ocurrir algo diferente. Se parece demasiado al “clima espiritual” que nos rodea y en el que estamos inmersos. La Biblia no dice nada de que el pueblo de Israel estuviera orando por el asunto del arca Siguen cultivando sus tierras y cumpliendo con sus tareas domésticas. Dios actúa, por más que nosotros estemos distraídos “cultivando nuestros campos”.
Paralelamente, los filisteos, los paganos, los no creyentes, estaban desesperados intentando decidir qué hacer con el símbolo del Dios de los hebreos, que ya había demostrado que no estaba feliz con la situación. Tres ciudades devastadas, y los dirigentes espirituales del pueblo haciendo entender a los líderes militares qué pasos deberían dar.
¿Te das cuenta? Mientras los religiosos y “santos” están cultivando sus tierras como si nada pasara, los paganos y los pecadores están preocupados por Dios.
Cuando el arca llega al territorio israelita, los filisteos entienden claramente que el Dios de los hebreos es el Dios poderoso que domina la historia y a los otros dioses. Los hombres del pueblo de Israel se alegran, adoran, alaban… disfrutan de la presencia de Dios; hasta que unos hombres “unos setenta” se enfrentan a una de las claras órdenes divinas: solo los levitas podían tocar el arca. Ellos quieren ver qué hay adentro. Mueren. Ahora, el pueblo tiene miedo.
Mientras obedeces a Dios, su presencia es motivo de alegría y alabanza; es la razón para que cambie tu vida y te centres en adorar. Cuando desobedeces las órdenes divinas, nace el miedo, quieres que él salga de tu vida. Es simple: obedece y sé feliz.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor
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